Por mucho que el título de esta entrega suene a clase de Historia del Arte, se refiere menos al arte y mucho al aspecto que perpetuamos con el pasar de los años. ¿Cuántos de nosotros seguimos usando el mismo tipo de ropa desde que dejamos la escuela secundaria? ¿Cuántos más continuamos con un corte de pelo que nos favorecía hace 20 años pero que ya no nos hace justicia? ¿Cuántos realmente nos percatamos de ello y estamos dispuestos a cambiar la forma como nos vemos?

© Nacho Eguiarte / NACHOrganiza

La vida es implacable por eso los años no pasan por nosotros, se quedan todos. El aspecto o utilizando un término sajón ampliamente aceptado para la materia, el look, son la carta de presentación que todo ser humano utiliza, de manera cociente o no para involucrarse en la materia de las relaciones personales, en el trabajo, la escuela, la familia, etc. Es quizá el mejor reflejo de cuánto hemos madurado, de cuánto nos hemos adaptado al paso del tiempo, de que importancia damos a lo que hacemos o simplemente cuánto miedo tenemos al cambio.

Percatarse de que debemos evolucionar es importante para seguir siendo vigente a nuestros propios ojos, la parte curiosa es que nuestros ojos de tanto ver los mismo todos los días se vuelven jueces poco confiables en la necesidad de encontrar el cambio. Para ello podemos basar nuestra necesidad en la opinión desinteresada de un amigo, la familia o la pareja; dije desinteresada más no creas que será libre de ponzoña. Esas opiniones pueden darnos ojos frescos para juzgarnos con más objetividad pero siempre debemos ser nosotros y solo nosotros quienes decidamos los cambios de look o el momento ideal para hacerlo.


© Nacho Eguiarte / NACHOrganiza

Siempre fui muy cauto con mis cambios de look pero definitivamente nunca tuve miedo a hacerlo, eso me llevo de aspectos muy favorecedores a otros que quisiera olvidar y quemar la evidencia fotográfica. La razón por la que cambiaba sobre todo de estilo de guardarropa o de peinado (que es el más sencillo) era porque necesitaba expresar mi forma de ver mi vida en cada momento, a veces lo hacía solo por el placer de sentirme diferente y como siempre fui un yo-yo en materia de peso tenía el pretexto ideal para cambiar de guardarropa. En cuestión de cabello tuve etapas propias de la inseguridad de la adolescencia, de la necesidad de estar a la moda y más recientemente de tener un estilo que vaya con mi personalidad digamos cuidada pero sin complicarme pasando horas frente al espejo porque no soy “metrosexual” solo me gusta verme bien sin tener alto mantenimiento.

De las recompensas que puedes obtener con ponerte al día en tu look, es que la gente te vuelva a mirar, que no pases desapercibido, que rompas tu propio esquema, que dinamices tu energía y la forma como tu personalidad vibra a los ojos de propios o extraños y la más importante en términos de aspiración, que cierres capítulos de tu vida que quedaron atrás con los años.

Te recomiendo que para que no sientas que el cambio es radical empieces por cambiar de corte de cabello o de peinado, quizá hasta de color o textura; eso porque si por algo resuelves que no es para ti el cambio en un mes puedes tener tu viejo aspecto de vuelta, pero no creo que lo quieras más. El segundo paso cambiar el guardarropa, prueba estilos antes de decidirte a comprar algo y cuando lo hayas decidido ve poco a poco tampoco quiero que rompas el cochinito y te quedes con una mano adelante y otra atrás. Por último mándame tus opiniones o experiencias con este ejercicio.