Trabajar con personas afectadas por la desorganización crónica requiere un acercamiento diferente. Una organización extravagante es lo eficaz.

La gente enfrenta desafíos de organización constantes que drenan su paz y bienestar. Por lógica, la calidad de vida sufre un bajón que de no atenderse, se vuelve tan constante que las personas afectadas terminan rindiéndose y aceptando tácitamente que no tienen remedio y que nunca podrán encontrar soluciones que les permitan vivir una vida tranquila y tener espacios agradables.
Ya en la entrega anterior del blog se compartieron técnicas de trabajo para enfrentar el desorden, especialmente aptas para estas personas que viven afectadas por la desorganización persistente. En esta ocasión hablaremos de tres que podrían verse como estrategias de organización extravagante.
¿Esto me necesita?
Más que hacerse la pregunta típica de si necesito esta cosa o tengo un lugar para este objete, la técnica consiste en invertir los papeles. Por ejemplo, me preguntaría ¿esta vajilla de cerámica con tema otoñal me necesita? O ¿le hago falta a este conjunto de talla más grande y colores llamativos? Cambiar el foco de atención en quién es el necesitado, o en este caso, qué es lo que nos necesita, es una manera de sacudirse ideas preconcebidas.
Mascullar para categorizar
Mascullar es vociferar o murmurar de manera inconsciente. Se trata de una técnica que se utiliza para nombrar categorías. La idea detrás de la técnica es que por regla general cuando trabajamos con archivos y papeles, las categorías que se eligen para nombrar carpetas son muy comunes y corrientes. Con el juego del masculleo conseguimos nombrar categorías desde nuestras mismas entrañas, son emociones viscerales por decirle de algún modo. Las emociones verbalizadas tienen una carga más poderosa que la lógica por lo que puede ser mucho más sencillo para algunas personas recordarlas y, en cierta manera, disfrutar el proceso de archivar la documentación porque se le imprime sentimiento.
El cuerpo como organización extravagante
Hacer analogías entre las partes del cuerpo humano y estaciones de trabajo es otra manera de ponerse extravagante a la hora de poner orden. La cabeza aloja el cerebro, por lo que reconocer que el sitio en que mayormente trabajamos es el cerebro de la operación hace sentido. Vamos a decir que es el punto donde tenemos la computadora. La piernas del cuerpo son las que nos ayudan a movilizarnos por lo que podemos designar como piernas a las inmediaciones de la puerta por donde salimos a realizar cosas fuera de casa o de la oficina. Ahí podríamos tener una bolsa o mochila donde pongamos documentos y cosas que requieren una acción pero fuera del recinto. La oreja es el teléfono el lugar dónde realizamos llamadas o comunicaciones en general. Esta técnica tiene que ver con correspondencia entre el cuerpo, las actividades y los sitios donde se desarrollan. Para algunas personas puede resultar desquiciado pero para otras una forma de hacer conexión en el proceso de pensamiento.
Las técnicas aquí compartidas, son parte de las enseñanzas de Judith Kolberg, organizadora pionera en la observación de la desorganización crónica. De hecho, a ella le debemos el concepto. Si quieres saber más sobre el tema, te invito a que leas el libro Conquistando la desorganización crónica, que ha sido publicado en español y puedes adquirirlo en formato impreso o para Kindle